‘Hécuba’ vivió su eclosión en teatro en el siglo XX, al producirse una crítica generalizada a la guerra y sus desastres

El ciclo de conferencias Encuentro con los clásicos que ofrece la Programación Off del Festival de Mérida en el Museo Nacional de Arte Romano acoge esta tarde la exposición de María Luisa Harto, catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura. En su charla, la ponente hace un repaso a las versiones posteriores a la Hécuba firmada por Eurípides y la intención de este por ?mostrar el sufrimiento causado a mujeres y niños con prácticas violentas?. La ponente asegura que ?no todas las épocas eran propicias para esta representación? al considerar el período renacentista como el menos ?propicio? para versionar el texto original alegando motivos religiosos y estéticos que constituyen un clima de venganza ?excesivo?.

Las Troyanas de Séneca, de origen latino, comparte tema y protagonistas con Hécuba deEurípides, tragedia griega. En ambos textos, el dolor originado por la guerra de Troya se centra en el personaje principal, ?que ve desaparecer todo su mundo y sus seres queridos?, pero mientras que en el primero Hécuba solo sufre por la muerte de su hija, Políxena, y su nieto, Astianacte, en el segundo también soporta el asesinato de su otro hijo a manos de Polímestor, encargado de protegerlo. Es la noticia de esta muerte lo que despierta ?la ira y la venganza por la infracción de una ley sagrada entre los griegos, la hospitalidad?. En esta situación, Hécuba mata a Polímestor como señal de una venganza que ha sido considerada ?excesiva? a lo largo de la historia, motivo por lo que este texto no se ha reescrito en numerosas ocasiones.

A pesar de que se conservan algunas versiones del Renacimiento, como la castellana de Hernán Pérez de Oliva, Hécuba triste, este período no se caracteriza por recoger muchas ediciones de la tragedia. Razones religiosas, como que ?la madre sufridora hasta el extremo y vengadora de la muerte de su hijo no era el prototipo de heroína que ofrecer al espectador?, y estéticas, como la incomodidad que suponía para el público o los lectores presentar numerosos cadáveres de niños y jóvenes en escena, convirtieron el contexto como el menos ?propicio? para su reescritura.

?Habrá que llegar al siglo XX para que, con la generalización de la crítica contra la guerra y sus desastres, este tipo de tragedias ocupen de nuevo las escenas de nuestros teatros?, comenta Harto. Esta reincorporación no altera el núcleo de sus tragedias, centradas en el sufrimiento de las mujeres y los niños y ?no tanto en los sucesos de la guerra como en sus consecuencias?.